ESCURRIMIENTOS

¿Será cierto que el mundo está divido en seres ordinarios y extraordinarios?, ¿que los últimos tienen el derecho de asesinar siempre y cuando sirva para un objetivo superior? Aunque así fuera, la tarea de clasificar a cada uno de los hombres es ardua y, algunos, creyendo que son del grupo selecto, salen a la calle a extirpar los piojos de la sociedad. Casos hay muchos.   

Partiendo de la novela Crimen y castigo de Fiodor Dostoievski, el joven dramaturgo David Gaitán  escribe y dirige una obra cuyo título remite de forma inmediata a la sangre.  Podría considerarse el repaso de la tesis expuesta hace casi siglo y medio por el novelista ruso, donde se incluyen temas como la transgresión moral y las triquiñuelas de los sistemas judiciales.

La puesta en escena de Escurrimiento y anticoagulantes inicia con una serie de disertaciones de las que no sería mal prescindir, pues sobran las voces que entreveran  explicaciones del argumento y un poco de la poética del autor. Dichas voces se convertirán a lo largo de la obra en la conciencia del protagonista y muchas veces estorbarán.

En escenas subsecuentes, después de la proyección de un video donde Raskólnikov da muerte a la vieja usurera,  la obra va en ascenso y, sin separarse de la anécdota de Crimen y castigo, explora la psicología del personaje principal y las intrigas de aquellos que lo rodean.  

La distancia de Escurrimiento y anticoagulantes  con la obra realista de Dostoievski se marca a través de la personificación de los diferentes niveles de conciencia del protagonista, ya que a través de seres encapuchados se exterioriza la tormentosa culpa del asesino. Sin embargo, en ocasiones estos seres sólo sirven para romper de forma inoportuna el desarrollo de las situaciones, restándole tensión a la obra, contribuyendo a esta distensión las actuaciones poco creíbles y los movimientos sobrados, a excepción del actor Raúl Villegas  (Raskólnikov) que logra transmitir las tribulaciones de un ser que desafía los límites al creerse extraordinario, por esa excelente actuación los monigotes encapuchados son un pleonasmo y una propuesta escénica con recursos poco afortunados.     

En una lucha constante entre confesar su crimen o seguir ignorando las leyes que rigen a los hombres ordinarios, Raskólnikov empieza a ser consciente de que los seres superiores de los que él creía formar parte no experimentan ningún escurrimiento que acrescente la culpa. No obstante, desde que cometió el asesinato vive escurriéndose.    

A pesar de los desatinos de la obra, permanecer en el teatro no es un suplicio para el espectador, pues los elementos, algunos pretendidamente simbólicos, mantienen en alerta los sentidos. Quitando todos los distractores encontramos diálogos precisos que logran un argumento atrayente, propio de un dramaturgo con oficio.

Elman Trevizo

página del escritor Elman Trevizo