sobre pancho villa

En nuestros tiempos en que sólo las grandes celebridades de la televisión o el cine acaparan las portadas de las revistas, nos extrañaría ver en éstas a un general posando para la cámara, como en diciembre de 1913 apareció Pancho Villa en la publicación Leslie´s, erguido sobre su caballo, orgulloso, imponente. Ahora sólo a los guerrilleros muertos se les encuentra en las publicaciones especializadas en historia, o por motivo del bicentenario, en facsímiles de todo tipo. 

El Centauro del Norte supo equilibrar lo que muchos llaman una campaña mediática con sus cuidadas estrategias militares, al punto que la construcción de su mito y sus logros revolucionarios han provocado numerosos libros que abordan su personalidad, algunos desde la ficción y otros desde una perspectiva meramente histórica, sin atreverse a mencionar alguna cuestión que no sea comprobable, aunque, como sabemos, ahí entra una inesquivable relatividad y una ficción azarosa de la que seguramente se reiría el mismo Caudillo del Norte.   

Curiosamente, quizá porque tendemos a ser  atraídos por la duda, han llamado más la atención los datos que no se pueden verificar, aquellos que parecen extraídos de una novela de literatura fantástica en donde el general se convierte en un estratega casi perfecto, sensible e inteligente: un equilibrio poco usual en la mayoría de las personas, pero que nuestro héroe posee. Es carismático, sonriente, para muchos hasta guapo, y además, en su mente construye batallas imaginarias que luego pone en práctica, algunas veces frente a una cámara cinematográfica, recibiendo a cambio de la Mutual Film Corporation dinero para financiarse más batallas que a su vez serán filmadas; siempre con la obligación de atacar al enemigo con la luz de sol para lograr mejores tomas y de repetir los enfrentamientos si no se conseguía lo que deseaba la compañía fílmica.

De Pancho Villa se han compuesto corridos, escenificado todos los años su muerte, dramatizado su boda con Luz Corral, se han realizado recopilaciones de sus fotografías como las contenidas en el libro de Friedrich Katz o el de Miguel Ángel Berumen, además, filmado documentales donde entrevistan a sus viudas o a sus hijos, sin contar todas las imágenes kitsch que de él circulan en las calles.

La figura del general es vendida al por mayor por diferentes medios; se le ubica como la imagen central de la revolución mexicana y se recuerda con orgullo que fue el primer paisano que burló a los gringos en el famoso enfrentamiento de Columbus en 1916, donde Villa resultó lesionado de una pierna y tuvo que refugiarse en la famosa cueva del Coscomate, hasta hace poco con ubicación desconocida. 

A diferencia de Zapata, Villa es un hombre carismático, más cercano a la gente, por eso se rumora que cuando se encontraron Emiliano y Pancho en el centro del país, los niños de las escuelas querían acercarse al norteño, sin prestar mucha atención a Zapata, pues su rostro era de muy pocos amigos. Pero eso son sólo rumores, quizá fue todo lo contrario, y Doroteo Arango se quedó con su carota larga, viendo cómo los infantes agasajaban a su colega sureño que también era rebuena gente, pero un poco reacio. 

De esa faceta donde el general era cercano a las personas, en especial a los niños, el dramaturgo parralense Antonio Zúñiga recrea una historia para la escena en donde los chamacos quieren irse a luchar al lado del general; ese que mandaba a construir escuelas por donde pasaba y, sin chistar, les llenaba el delantal de monedas de oro a las señoras, para que les dieran de comer a sus hijos. Con una conjunción de recuerdos y realidades presentes, en “Pancho Villa y los niños de la bola”, Zúñiga nos lleva al mundo de los infantes, en donde la guerra se convertía en un juego que le restaba crueldad a lo que estaba sucediendo. O por lo menos así se veía a través de los ojos de los niños, mientras los adultos se quebraban por dentro. 

“Entre Villa y una mujer desnuda” es otro texto para la escena que reafirma el mito y lo redimensiona. Sabina Berman ubica dos ejes importantes: la atracción sexual y el poder que poseía Pancho Villa, lo que puntualiza un problema al que se enfrenta una pareja de la época actual. Esta obra escrita para el espacio teatral se llevó a la pantalla grande con gran éxito, al igual que el libro de Rafael F. Muñoz “Vámonos con Pancho Villa”, escrito a pocos años del fin de la revolución, lo que lo llena de gran fuerza, convirtiéndolo en uno de los mejores sobre este personaje, pues hay en este relato las descripciones de sucesos dolorosos durante las batallas y el desencanto por el movimiento revolucionario, partiendo de la conocida toma de Torreón que sucedió justo en el tiempo que Villa tenía dos contratos en puerta para filmar sus batallas.

El mismo año en que el periodista F. Muñoz publicó “Vámonos con Pancho Villa”, Nellie Campobello, la escritora y bailarina duranguense, sacó a la luz “Cartucho”, pero a diferencia del periodista, ella sí vivió la revolución de muy cerca y supo relatar la muerte, la traición, la crueldad y la fascinación de los niños por la sangre; sin dejar a un lado la figura de Pancho Villa, quien sufre y se quiebra, algunas veces por la muerte de sus allegados. Nellie Campobello describe las traiciones de las que fue objeto el general y la historia de sus hijos que, según dicen, fueron muchos.

Como en una caja china, Campobello articula y desarticula temas relacionados con las figuras centrales de la revolución, pone especial énfasis en las particularidades de dicho movimiento armado e ilumina etapas oscuras del mismo.

En 1940 se realizó la primera reedición aumentada y corregida de “Cartucho” y ese mismo año se publicó un libro de Martín Luis Guzmán, que también es primordial para entender la revolución mexicana.

El escritor chihuahuense, en “Memorias de Pancho Villa” muestra al hombre inteligente que con cautela desplegadaba sus tropas y que hablando se entendía con sus hombres, siempre poniendo su nombre por delante.

Son muchos los libros que podemos mencionar sobre el Centauro del Norte. Por ejemplo, Paco Ignacio Taibo II tiene su serie novelada “Pancho Villa. Una biografía narrativa”. Publicación muy completa que hace pensar a muchos críticos que después de tanta bibliografía precedente ha llegado un punto en que no hay mucho qué decir sobre Doroteo Arango y Villa, la misma persona, pero diferentes.

Pero no sólo la vida del general se ha convertido en un mito. Su muerte encierra muchos misterios. La obra de teatro “La madrugada” de Juan Tovar, nos muestra los últimos momentos del Caudillo del Norte, justo antes de que su auto avanzara por las calles de Parral para ser interceptado por unos hombres que desde un balcón le dispararían, dándole nueve balazos. 

Con los festejos del centenario de la revolución y bicentenario de la independencia, los escritores han puesto a trabajar sus plumas para publicar oportunamente historias relacionadas con estos acontecimientos, siempre desde el punto de vista del personaje histórico. La mayoría de ellos no son historiadores ni especialistas en el tema, pero se han documentado para ficcionar al protagonista y acercarlo al lector. Madero, Porfirio Díaz, Juárez, Guerrero, Leona Vicario, Morelos, Zapata, son algunos de los personajes que volvieron a los libros, pero pocos tienen la misma fascinación que Pancho Villa. Y aunque Miguel Ángel Berumen señala que de acuerdo a la región de México es la fascinación por los revolucionarios, al Centauro del Norte lo siguen estudiado y reinventando en todo el país e incluso en el resto del mundo.

Quizá lo que faltaría es acercar también estos personajes a los niños y jóvenes, y no sólo dejarle esa tarea a los libros de texto gratuito. Hay formas divertidas de hacerlo, pero hasta ahora casi todo lo escrito va dirigido al público adulto. Seguramente Pancho Villa estaría feliz de llegar también a los niños, a los que por cierto, dicen, adoraba.    

Elman Trevizo

página del escritor Elman Trevizo